En unas declaraciones a una agencia de
información, el diputado Alberto Garzón
arremetía contra “esa parte de IU, que ha perdido el rumbo, el norte y el
sentido de la realidad”. En una rueda de prensa, el portavoz del Grupo Municipal
de IUCM en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel
Pérez, advierte que él no asumirá responsabilidades políticas por las
denominadas tarjetas Black de Caja Madrid “lo diga la dirección federal o el
sursum corda”. Los medios de comunicación, haciéndose eco de las distintas
opiniones políticas que conviven en IUCM, empiezan a hablar de posible ruptura.
Hasta aquí la información. Vayamos a la opinión.
El diputado elegido,
pero de actividad parlamentaria escasa, Alberto Garzón, lleva un tiempo con
Madrid en el punto de mira. Habla de unos y de otros, proclama diagnóstico y
dicta sentencia con sorprendente ligereza. Sugiere un conocimiento de la
realidad política local y regional, que para sí quisieran las personas más
veteranas del foro. Juzga a una parte de IUCM, como si la conociera de toda la
vida -es posible que no haya hablado nunca con algunos a los que acusa de perder el rumbo- y se permite dos
licencias que retratan al constituyente.
La
primera,
utilizar como recurso de autoridad una resolución federal -la aprobada en la última Presidencia
– que no dice lo que él dice, sino que dice lo que dice. Afirma Garzón
con solemnidad, que la resolución pide la dimisión de los portavoces de la
coalición en la Asamblea de Madrid, Gregorio Gordo, y el Ayuntamiento, Ángel
Pérez. Leamos la
resolución. En ella se afirma que “IUCM debe recoger y reconocer la puesta a disposición de sus
portavocías del compañero Gregorio Gordo en la Asamblea de Madrid… y en el
Grupo Municipal” (a Ángel Pérez no le nombran). Sostiene Garzón,
cual sursum corda, que la resolución
dice que deben ser cesados. El cese, compañero Garzón, está en manos de los
grupos institucionales. Si finalmente, el debate deriva en dogma y la
democracia en providencia, podrá irrumpir el profeta, pero mientras tanto,
respetemos las leyes terrenales.
La
segunda,
apunta maneras. Anuncia Garzón, que si él es candidato de IU en las próximas
elecciones generales “estas circunstancias se tienen que resolver”. No es la
primera vez que el diputado por Málaga dispara antes de apuntar. Nos amenaza a
los de SomosIU porque “no aceptamos los cambios” y, víctima de una patología
secular, adelanta como candidato lo que haría como coordinador general. Sea
como fuere, se equivoca el aspirante porque, salvo que se convierta en otra
cosa, IU resolverá sus diferencias debatiendo y votando.
El
epílogo es más revelador. Garzón quiere que “nos echemos a un lado”, y
asumamos responsabilidades políticas por la gestión en Caja Madrid. Aquí sí que
vamos a ser contundentes. ¿Qué es esto de echarse a un lado? Quizás esté
insinuando el diputado que a las responsabilidades políticas arbitrariamente
propuestas, deba acompañarle nuestra retirada de la escena pública para que la
voz del profeta lidere el mundo. Que modere su ambición. Somos gente de
espíritu laico. No nos gustan las cruzadas. Preferimos el debate de ideas. Y en
todo caso, seremos intransigentes contra la manipulación y la mentira. Garzón se
ha dirigido a nosotros con una resolución, cuyo contenido, en parte, se ha
inventado. Que rectifique, y que respete las leyes de la democracia, así en
Madrid como en Andalucía.
Pd.- Garzón ha
expresado su incondicional apoyo a Tania Sánchez, -“que
está siendo sometida al acoso de las élites”-. Su elasticidad en la
interpretación de la norma nos conmueve. Desprecia a quienes no forman parte de
su ‘entorno’ aunque sean acusados falsamente. Pone la mano en el fuego por
‘personas afines’, que tienen pendiente turbios asuntos de gestión, aún sin
aclarar. Un particular ejercicio de la razón. Y es que SomosIU podemos perder el rumbo (su rumbo), pero
no la dignidad, ni la coherencia ni nuestro compromiso con la trayectoria
histórica de la izquierda en la que militamos.