martes, 7 de octubre de 2014

En defensa de la ética y la política

La información difundida por los medios de comunicación y certificada por la entidad financiera, que vincula 83 consejeros y directivos de Caja Madrid/Bankia con la disposición de importantes sumas de dinero a través de tarjetas de crédito, exentas de la correspondiente tributación fiscal, viene a confirmar las malas prácticas y el comportamiento deshonesto de algunas personas en su condición de integrantes de un órgano de gestión, gobierno o representación de la citada institución financiera. Y aunque, las situaciones tienen un patrón de conducta que debe explicarse en cada caso, creemos obligado detenernos en aquellas que nos afectan directamente como organización.

Toda persona llamada a ocupar un puesto de responsabilidad en una institución financiera que tuvo naturaleza jurídica de empresa pública o que necesitó de la intervención del Estado para sobreponerse a una situación de grave crisis estructural, debería cumplir con las exigencias de austeridad, honestidad y transparencia en el uso de los recursos que pone a su disposición la entidad. Conducta que debe serlo y parecerlo si hablamos de personas que pertenecen a los órganos de gobierno de la institución en representación de una formación política como Izquierda Unida. No estamos sugiriendo ningún ejercicio de desfasado dogmatismo moral; simplemente defendemos la ineludible necesidad de anteponer la conducta ética a la siempre aparente legalidad jurídica.

De lo ya conocido en el uso de las llamadas tarjetas opacas de Caja Madrid/Bankia, y a expensas de lo que, con seguridad, se irá revelando en los próximos días, SomosIU realiza una primera y rotunda conclusión: por su naturaleza, esa tarjeta nunca debió ser facilitada por Caja Madrid/Bankia, porque ni respondía explícitamente a la categoría de “gastos de representación” obligada a tributar con el tipo legal establecido, ni demandaba de sus beneficiarios la justificación de movimientos y gastos que llevaban a cabo con la tarjeta. Por si fuera poco, algunos de los movimientos observados difícilmente pueden atribuirse a gastos de representación; más bien cabe calificarlas como verdaderos sobresueldos, a modo de intolerable prebenda, si tenemos en cuenta que complementaban los ya generosos ingresos de sus titulares. Los usos dados a estas tarjetas, en algunos casos, constituyen una afrenta a la ciudadanía, y no hace falta decir que las cantidades económicas dedicadas a los mismos deben ser reintegradas.

Por tanto, siendo la primera responsabilidad la de quienes al frente de la entidad financiera decidieron poner en circulación esta tarjeta, no quedan exentos de merecer nuestra radical desaprobación y censura, quienes se beneficiaron de la misma y de manera singular, las personas que representaban a IU.

Que nadie se equivoque. No nos anima ninguna vocación de participar en la cruzada contra las políticas públicas o de arremeter indiscriminadamente contra los partidos políticos; sí, la de impulsar un radical proceso para depurar responsabilidades y contribuir a regenerar la vida interna de las formaciones políticas y la salud de la propia democracia. Alguien en nombre de nuestra organización ha actuado con impunidad y mala fe, atribuyéndose unas competencias que no tenía. En consecuencia, creemos que las personas cuya conducta aquí censuramos no pueden formar parte de una fuerza política como IU, de cuyo proyecto, organización y valores nos sentimos orgullosos.

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